Yo estaba tendida en la arena de cara al cielo. Me encontraba en un estado de total placidez, con mis grandes lentes de sol, bañándome de él y contemplando como las nubes estaban en tránsito continuo. Pasaban con rapidez dando paso a unas más espesas y oscuras.
De repente, en un instante, se comenzó a iluminar y a aclarar todo como ocurre con la luz de la aurora al despuntar el alba: las nubes comenzaron a disiparse a toda velocidad, esas nubes espesas dieron paso a nubes blancas con bellos matices de colores suaves. Luego surgió ante mis asombrados ojos un espacio abierto, como sucede cuando un rayo aparece fulgurante en el cielo. Y en ese mismo instante empezó a aparecer una mano gigantesca de singular belleza, extendiéndola hacia abajo como invitándome a levantarme y a seguirla. Sentí una maravillosa sensación de alegría. Era como sin un gran sentimiento de amor me envolviera por completo...
(Para mi misma)
(Para mi misma)
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