La angustia de estar largo tiempo atrapada en un inmenso campo de trigo, en Alemania, en los tiempos de Hitler. Donde trabajaba con cientos de mujeres, embarazadas, todas del tirano. Yo a punto de dar a luz; en un momento en que la atención no estaba sobre mí, me fui alejando poco a poco con desesperada intención de no ser descubierta por los guardias que nos custodiaban. Con el único afán de escapar de ese cerco de maldad, y tener mi hijo en libertad. Mi vida había sido una sucesión de frustraciones, mientras permanecí ahí. Éramos obligadas a trabajar sin descanso y maltratadas sin piedad.
Logré salir sin ser notada, gracias a la altura del trigo, a veces me arrastraba y permanecía agazapada. Después de andar muchas horas, con rasguños por todo el cuerpo, la ropa hecha girones agotada, y sedienta. Llegué al final del campo de trigo, y un bello resplandor anaranjado me recibió y en mis brazos apareció como un regalo un precioso niño.
Había una carretera muy amplia y en ese mismo instante, un automóvil con un hermoso joven que me esperaba, abrió la puerta de atrás para que entrara. Me subí alegré de estar libre, pero con un gran congoja por no tener como alimentar mi niño , porque mis pechos no producían leche. El joven me ofreció un cuartico de chicha, el chichero que inmediatamente se lo puse en los labios al niño, lo tomó todo, quedando muy feliz con una sonrisa de ángel dibujada en su carita. En todo este trayecto, no hubo nunca comunicación oral entre el joven y yo… pero sentía como si habláramos un lenguaje espiritual…Todo a través de la mirada….
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(Veruzka)
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