Soy el mismo niño que, volaba las cometas y se elevaba con ellos por la acción mágica del viento....g
Mis píes también se volvían alados cuando tenía que hacer el recorrido a las vitrinas de los puesteros en las céntricas calles de ese querido y hermoso pueblo donde me crié ...Me gustaban las cometas, pero también, un carro para jugar como los otros niños, mi pasión por ellos, era tanta que imaginaba tener el más grande y de gran colorido...
Un día mi madre, de tanto oírme clamar por el juguete de mis sueños, me pidió que fuera yo mismo a las tiendas del pueblo a averiguar por uno, recuerdo que hice el recorrido con el corazón saliéndoseme del pecho , emocionado y alado, mirando el colorido de los coches e impresionado ante tanta variedad y belleza..
Iba de los cochecitos a los tráileres de hojalata, las camionetas de madera, los carritos de carreras, todo era un ensueño para mi…Escogí uno de los más coloridos y de gran tamaño, tal como me lo había imaginado y salí volando a avisar a mi mamá, que había encontrado al fin el de mis sueños…
Toda la familia que se encontraba en la casa ese día decidieron acompañarnos, para hacer la compra de mi automóvil…Pero cuando mi mamá preguntó el precio, y le dijeron 200 sucres, me dio un coscorrón y me sacó de la tienda por una oreja...…Después de mi odisea, me quedé resagado y con el rabo entre las piernas y toda la alegre comitiva familiar se disipó de inmediato, cada uno por su lado.
En La calle del pueblo había una tienda, donde el dueño del almacén, tenía una gran cantidad de juguetes, incluidos los carritos de madera que el mismo confeccionaba de todos los tamaños, mi mamá entró a la tienda y preguntó por uno y él le dijo que valía 4 sucres, ella le pareció muy caro y después de regatear decidió por uno de 2 sucres…No era precisamente el que yo elegí, pero de todas maneras me parecía muy lindo y divertido poseer mi cochecito…Salimos de ahí muy complacidos, yo por tener el auto y mi madre porque podía al fin deshacerse de mis quejas...Rápido empecé a rodar mi cochecito calle abajo, cuando de pronto se me escapó de las manos y fue a parar a las ruedas de un camión que por ahí ´pasaba en ese momento… ¡Adiós!... Adiós, sueños rotos, por aquel hijo e puta camión de verdad... Todavía recuerdo ese día, como si fuera hoy.. Y al evocar mis ilusiones de niño, recuerdo a mi madre y mis hermanas compungidas por mi perdida … Yo seguí con la afición por los carritos de madera, Tiempo después tuve la ocasión de convertirme en un chófer de verdad, camionero y de los buenos...Disfruté mucho todo ese tiempo, aunque era muy duro el trabajo, siempre me animó, sentirme dueño del espacio que recorría y de la libertad que me proporcionaba manejar esos camiones, de verdad...
...Mis gustos habían sido sustituidos, del olor de madera a el olor a aceite y gasolina...
y de aquellos sueños rotos de niño... a recuerdos de luchas, de adulto, de interminables viajes por las sinuosas carreteras de la Cordillera Andina...
Esos recuerdos están en mí, regados, como lluvias de nostalgias, en un tiempo sin regreso…
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