Cuando recuerdas esos instantes de tu infancia, dibujas una escena tan entrañable, donde eras el protagonista, de la creación... donde sentías esa emoción desbordante de hacer volar las cometas, que con unas pocas piezas de papel, varillas de madera, y unos cuantos metros de pabilo,salían de tus manos pequeñas, como por arte de magía, y cobraban vida gracias al hechizo mágico del viento, que las elevaba cada vez mas alto...En ese instante eras el niño más feliz, porque podías evadirte de la realidad que vivías en tu hogar, tan dura, como para anteponer tus juegos y el placer de sentir esas emociones intensas, a la de vender tus tesoros y ayudar a tu madrecita con ese poco de dinero que lograbas obtener...Por eso tu corazón de niño necesitó siempre escapar, deseabas ardientemente, tener las alas de los cometas que construías, para poder elevarte en el viento y así olvidar por un rato la amargura de las cosas que faltaban en tu hogar…
Te gustaba volar a lugares remotos y ser
protagonista de aventuras fabulosas,
sobre todo cuando necesitabas cambiar a un mundo menos hiriente...
El tiempo ha pasado, inevitablemente, te volviste mayor, pero me atrevo a decirte que tu corazón sigue
volando, como el del niño creador de cometas, y en muchas ocasiones se fusionan imaginariamente en ese mundo inevitable de los recuerdos...
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