El hombre, a través de sus actividades
psíquicas (inteligencia,
sentimiento y voluntad), conoce la realidad por su inteligencia,
la valora afectivamente por el sentimiento y se conduce en ella
por la voluntad. La melancolía, por ejemplo, nos muestra el mundo
al revés; así perdemos el sentido de lo interno y
de lo externo.
El hombre melancólico, fuertemente subjetivo e
irreflexivo, resiste a la lógica, porque ningún
argumento conseguirá convencerlo de que ese estado es
imaginario o transitorio. La presencia de los demás se
convierte en ausencia.
El hombre depresivo, así mismo, se
pregunta si son los problemas de
la vida diaria los que producen la sensación de depresión
o si, por el contrario, es la sensación de apatía y
desgana la que conduce a los problemas cotidianos.
El hombre neurótico, igualmente, percibe la realidad alterada, ya
que la neurosis genera
un desorden crónico de personalidad
que produce una visión distorsionada de la vida y una
actitud distorsionada ante ella.
El hombre esquizofrénico, altera
su contacto con el mundo exterior, se instala en su autismo, vive en
un mundo fantástico y utópico, producto de su
ensoñación; sus deseos no tienen relación
con la realidad, se hace impenetrable, indiferente, y pierde todo
sentido práctico.
El hombre enajenado mental o loco, tiene una
forma muy particular de vivenciar la realidad, debido a que la
locura es un estado en que la persona pierde la prueba de
realidad, se aleja de los patrones del aquí y del ahora,
no puede distinguir lo interno de lo externo y, en forma
irreversible, se aleja del principio consensual de realidad.
Según el filósofo francés Blas Pascal, el
pensamiento, que es nuestra verdadera y definitiva
vocación, se ve ofuscado por innumerables enemigos: la
imaginación, "maestra del error y la falsedad"; las
enfermedades, que
nos impiden construir un juicio recto, y la cotidiana tendencia a
vivir en tiempos que no son nuestros.
Si preguntamos, por ejemplo, "¿qué es la
realidad?" a una persona sin una sólida formación
académica, a un científico y a un filósofo,
tendremos respuestas diferentes:
La persona sin una sólida formación académica, por lo general
tiene una cosmovisión religiosa y acude al sentido
común, ingenuamente contestará que la realidad es
todo aquello que nos rodea: personas, animales y cosas.
Su saber se reduce a señalar las cosas y sus
fenómenos interiores y exteriores, indicando las causas
aparentes. Su explicación de la realidad será una
explicación empírica, mediante la cual dirá
que las cosas pasan de este o de aquel modo, sin poder decir
por qué pasan.
El científico, responderá que
la realidad es la naturaleza, incluyendo el hombre y sus
creaciones. Su saber no se limita a señalar las cosas y
sus fenómenos, sino que además las explicará
separadamente en función de
sus causas inmediatas. Su explicación será una
explicación científica, mediante la cual
dirá por qué suceden las cosas cuyas leyes ha
establecido. Su opinión será crítica, porque examina y comprueba las
aportaciones de los sentidos para poder determinar su verdadero
valor.
El filósofo, dirá que el universo, el hombre y la
cultura constituyen la realidad. Trata de explicar la realidad
por sus causas primeras dentro del orden natural. Su respuesta es
producto de la reflexión fundamental y sistemática.
Busca establecer las causas iniciales, elaborando por medio de la
reflexión un sistema que comprenda la explicación
total de la realidad, que diga por qué ha sucedido
todo.
Los seres humanos adquirimos en el transcurso de nuestra
existencia una serie de nociones acerca del mundo que nos rodea.
Permanentemente estamos confrontando nuestras experiencias con
nuestro caudal interior de convicciones respecto de las
características del mundo exterior. Muchas de esas
convicciones son erróneas ya que están basadas en
prejuicios, prenociones, temores, supersticiones, costumbres,
mitos y
leyendas. Rara
vez nos preocupamos por comprobar si nuestras ideas acerca de las
cosas se ajustan a hechos sobre los cuales no podamos tener duda.
Incluso cuando ponemos a prueba algunas de nuestras ideas o
convicciones, la realidad nos demuestra que nuestras creencias
son equivocadas. Entonces suele suceder que nos cuesta mucho
convencernos de que no teníamos razón, de que no
estábamos en lo cierto; a menudo las mantenemos aun a
sabiendas de que no son verdaderas o que existe una alta probabilidad
de que no lo sean.
El rasgo quizá más característico
de la raza humana es que vive y crea sus propias condiciones de
vida a través de un proceso de
transformación del mundo, al mismo tiempo que va
construyendo representaciones mentales de él. Tales
representaciones mentales van reflejando de una manera variable,
cambiante, las diversas formas que adopta la vida social y
natural. "Nos encontramos incluso con hombres de inteligencia
indudable que mantienen ciertas opiniones acerca de asuntos
determinados, las cuales les fueron inculcadas durante su
niñez por niñeras o mozos de cuadra. Y hasta los
últimos momentos de nuestra adolescencia,
o aún después, seres queridos y admirados, cuyas
palabras se imprimen irresistiblemente sobre nuestras mentes,
logran hacer generar en nosotros creencias que la razón no
osa examinar, y que aunque estén en desacuerdo con el
resto de nuestras opiniones, persisten junto a éstas, sin
que nunca advirtamos la contradicción entre los dos
sistemas de
pensamientos", precisa Aldous Hexley en su novela Mi
tío Spencer.
Opinamos de las cosas de acuerdo a cómo las
percibamos, partiendo de nuestra posición como seres
humanos. Las cosas pueden ser percibidas, interpretadas y
sistematizadas, dependiendo de las circunstancias, tal como lo
explican las siguientes situaciones:
Primera: "Animales inofensivos: el tigre, el
león y la pantera; animales altamente peligrosos: la
gallina, el ganso y el pato", decía una lombriz a sus
hijos.
Segunda: Dos ciegos querían saber cómo era
un elefante. Uno cogía al elefante por la pata y
decía que era un árbol; el otro lo tomaba por la
trompa y afirmaba que se parecía a una serpiente. Los dos
estaban equivocados.
Tercera: ¿Quién aprende más de
quién? ¿El estudiante del maestro, o el maestro del
estudiante? "El estudiante", responderán algunos. Esto
sólo es cierto a medias: el profesor
aprovecha más las preguntas de sus alumnos, que
éstos las preguntas de aquél. Por tanto, es el
profesor quien está aprendiendo de los
estudiantes.
Cuarta: Dos amigos se están despidiendo en una
estación. El que se queda le dice al que se aleja: "Te
estás alejando con el tren". A lo que el viajero responde:
"No es cierto, eres tú el que se aleja con el
andén. Yo estoy quieto aquí en el vagón del
tren". Los dos están en lo cierto, tienen fundamento en
sus afirmaciones. Es relativo asegurar quién se
está alejando de quién. ¿Un poco complicado
esto? La relatividad einsteniana lo explica… Más
adelante veremos eso y más.
Quinta: Dos personas (una optimista y otra pesimista) se
encuentran frente a una botella cuyo contenido está justo
a la mitad de su capacidad. ¿Dirán que está
medio llena o medio vacía? El optimista dirá que
está medio llena y el pesimista dirá que
está medio vacía.
Sexta: (un poco compleja): Un hombre golpea con su
puño una mesa dos veces en el mismo sitio. ¿En
realidad habrá golpeado dos veces en el mismo sitio?
¡No! ¿Por qué? La sala donde está la
mesa está sobre la tierra, y
ésta se mueve en el espacio, girando sobre su eje y
trasladándose alrededor del sol; el sistema solar
también se mueve en el espacio… Los golpes fueron
dados en dos lugares diferentes, ya que sólo podemos
hablar del mismo sitio si lo hacemos con referencia a la sala
donde está la mesa… ¿Un poco enredado? No se
preocupen. La Teoría
de la Relatividad de Einstein lo explica fácilmente. Ya
veremos.
Séptima: Un esposo celoso sale de viaje. Como
sabe que su esposa tiene un amante, le exige que cuando regrese
lo espere en la estación, a la que se llega luego de
atravesar un bosque donde vive un peligroso y cruel asesino. El
día del regreso, la esposa, temerosa del asesino, le pide
a su amante que la acompañe a la estación, pero
éste se niega por temor a las reacciones de su rival.
Entonces pide compañía a un policía, pero
éste se niega pretextando que tiene que cuidar a los
demás habitantes de la ciudad. Finalmente, acude a vecinos
y a otras personas, obteniendo negativas por temor, insolidaridad
o comodidad. La esposa decide irse sola para la estación,
pero es asesinada en el bosque. ¿Quién es el
responsable de su muerte?
¿El esposo celoso? ¿El amante? ¿El
policía? ¿Los vecinos y demás personas?
¿La esposa infiel? ¡Ninguno de éstos!
¿Entonces quién? ¿Los celos del esposo?
¿La cobardía del amante? ¿Los pretextos del
policía? ¿El temor, la insolidaridad o la comodidad
de las personas? ¡Tampoco! ¿Entonces quién?
¿La mala conciencia de la esposa? ¿La inseguridad?
¡No! ¡El culpable es el asesino!
¿Y qué tal estas preguntas?:
Primera:
"¿La cebra es una animal de color blanco con
rayas negras o un animal de color negro con rayas blancas?".
Segunda: "¿Quién es más valiente: el que se
suicida o el que afronta los fracasos y las enormes dificultades
que implica vivir? El expresidente Rafael Núñez,
poéticamente nos acabó de confundir: "Ignoro si el
veneno de Locusta /sería en el ansia de congoja adusta
/para el pecho dulcísimo cordial; /si es más fuerte
el que lucha con sus penas /o el que quiebra de su
hado las cadenas / a un golpe de puñal".
Tercera: Cuando
uno "cumpleaños", ¿cumple un año
más o un año menos?.
Cuarta: Si las cosas son
múltiples, temporales, finitas, móviles,
cambiantes, y además fluyen y devienen, ¿las cosas
no pueden ser y no ser al mismo tiempo? ¿Las cosas tienen
un ser, y ese ser, es? ¿El ser, es, y el no ser, es?.
Quinta: Si el ser es único, eterno, infinito,
inmóvil e inmutable, ¿el ser puede ser y no ser al
mismo tiempo? ¿Una cosa es y no es al mismo tiempo?
¿Las cosas son y no son?
Sexta: Si las cosas cambian, ¿qué son en realidad?
Sexta: Si las cosas cambian, ¿qué son en realidad?
Extracto del texto
Los ojos conque vemos el mundo.
del autor.
Luis ángel Ríos Perea