me gustaba imaginar que yo me sentaba en una de ellas,
que navegaría por todo ese infinito cielo,
que sería posible encontrarme con la luna.
Y es que en mi tierra las montañas y las nubes están tan cerca
que hacen posible la idea de alcanzarlas en su altura.
Yo podía acercarme hasta ellas cuantas veces quería,
bajo ese cielo hermoso yo sentía el sosiego melodioso
y podía percibir la poesía.
Desde entonces tomo la naturaleza como compañera mía;
cuando en la rama de un árbol me sentaba veía el mohín que ella me hacía.
Un pajarito siempre una ramita verde me traía,
para hacerme saber que la amistad está más allá de lo convencional.
En el susurro del río encontraba yo el prodigio de los días
en que se iba realizando la metamorfósis de la existencia mía.
Pues yo estaba segura que algún día en luna yo me convertiría.
Luna
Caracas, 10 de Abril de 2010
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