jueves, 8 de septiembre de 2016

Te regalo un poco de mi corazón.

Resultado de imagen para un pobre hombre abandonado a su suerte con un pedazo de pan debajo de su cabeza como almohada
Hoy es miércoles 8 de septiembre, he tenido un encuentro con la tristeza y la miseria, dos cosas que ahora son comunes en nuestra ciudad, pero esta vez también encontré: sensibilidad, ternura y poesía juntas en un anciano que se encontraba en muy mal estado de salud.
Mientras esperaba una camioneta para trasladarme a Sabana Grande, me senté en un banco en el paseo frente a la Universidad Central de Venezuela. Miré recelosa antes de sentarme, por si acaso había algún amigo de lo ajeno cerca. Noté que en el banco de al lado había un señor que parecía enfermo, ya que sus manos le temblaban constantemente y casi no podía moverse. Me distraje y no le presté mucha atención, hasta que noté que el señor con mucha dificultad, quería acostarse a todo lo largo en el banco. Tenía una bolsa con un pedazo de pan y se lo puso debajo de la cabeza como para no perderle y se quedó acurrucadito en ese lugar, como esperando a que viniese morfeo a confortarlo. Empecé a observarlo detalladamente con tristeza, de vez en cuando se sobaba un brazo y el abdomen como si sintiera dolor. Me levanté de mi asiento y le pregunté que si se sentía mal. El se sobresaltó y me miró con los ojos llenos de sorpresa y extraviados del dolor.
Me contestó que sí, que lo habían operado de la próstata y me señaló una bolsita con una manguera delgada que tenía debajo de la franela,  le habían dado de alta en el hospital, por no haber sitio para tenerlo por más tiempo. Tenía varios días deambulando por ese lugar, para poder recostarse, sin probar más alimento que un pedazo de pan. El pobre hombre temblaba, me imaginé que tenía fiebre y hambre, y en un impulso abrí mi monedero y saqué un poco de dinero y se lo dí. El me miró con extrañeza y aceptó el dinero y me dio varias veces las gracias.
Me despedí del señor con una angustia y un nudo en la garganta, como si aquella persona yo la conocía y la estaba dejando abandonada, ¿que podía comprar con tan poco dinero, si un pan ahora cuesta 600 bs?.. Me sentí tan culpable que en vez de tomar el carro que ya estaba en la parada, me alejé en busca de un sitio donde comprar algún alimento para él.
Encontré una cafetería y pedí medio litro de jugo y unos panes dulces y me dirigí nuevamente donde estaba el pobre enfermo.  Esta vez estaba dormido, le toqué suavemente el brazo para no sobresaltarlo y le hable muy quedo: "Viejito, estoy de nuevo aquí para traerte un poco de jugo, para que te sientas mejor, levántate y tómalo. El anciano me miró con sorpresa y su cara que en unos instantes estaba llena de dolor, se iluminó, sus ojitos parecían dos luceros que me ofrecían su luz, el me estaba regalando una adorable sonrisa y unas palabras inusitadas en un ser en esas condiciones: "Será que estoy muerto...y ha venido un ángel a reconfortarme, porque estoy seguro que en la tierra no hay ángeles". Se me hizo un nudo en la garganta y sentí una gran ternura por este ser que por casualidad se me había presentado. Acaricié su rostro marchito y sucio y le pregunté su nombre, "Me llamo Raúl y le pido desde este momento al universo por usted, que todo le vaya bien de ahora en adelante y que el universo la provea de una inmensa materia gris para que pueda enfrentar con inteligencia todo lo que se le presente en el camino". ¡Gracias infinitas por su bondad!
Me despedí de aquel ser que aun en la mala situación que se encontraba, tenía frases y sonrisa para regalar. Sin duda este es un encuentro que la vida me ofrece.
¿Cómo podemos ser indiferentes con la tristeza de los demás?. Si todos pusiéramos un poquito de afecto y comprensión...¡Seguro que el mundo sería diferente!.
Te buscaré mañana nuevamente, aunque no se si tendré la suerte de encontrarte.
Quisiera mitigar tu miseria por un poco de tu corazón reflejado en tu sonrisa. 

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