Unas veces permanezco dormida entre las doradas espigas de trigo, o caminando sin descanso, abriendo camino. Atormentando mi cuerpo hasta sangrar, por los continuos rasguños de las espigas que se pegan a mi cuerpo, y enredan mi cabello como garfios. Mi alma no tiene reposo, mi boca seca y sedienta, y mi marcada gravidez, hacen más difícil mi andar entre este mar de oro, con sus olas en vaivén cada vez que son mecidas por el viento. Se extravía mi mirada, a veces permanezco acurrucada sin saber qué tiempo ha transcurrido desde que estoy ahí. Ya no me importa sino alejarme con la remota esperanza de llegar a algún lugar. Mi vestido hecho jirones ya no cubre mi adolorido cuerpo, En cuanto a mí, solo puedo contar con que “él o ella” , la preciosa carga que palpita dentro de mí, no sea afectada por los pensamientos lúgubres que me embargan y esto a su vez , hace que me vuelva consciente de saber que yo también existo, no como obra de ficción, sino como un ser humano.
Con esta existencia real, debo
perseverar para llegar hasta el final de este interminable laberinto donde no
sé porque razón he permanecido por meses, luchando, para encontrar una salida hacia el otro lado, donde estoy segura de encontrar la libertad, y dejar atrás esta agrandada marejada de miedo, que hace que algunas veces crea que estoy muerta y otras como
hoy, crea que estoy viva, porque siento los latidos de un pequeño corazón, haciendo eco en mis entrañas. No me importa si es de noche,
Sólo sé que estoy llena de silencios, de sombras alargadas que me rozan y de esta soledad que sigilosa me persigue, hasta saberme rendida. Siento los rayos del sol inclementes sobre mi piel y en mi mente calenturienta, sólo espero un milagro: ¡poder llegar al otro lado!, sin que me atrapen
los que me mantienen prisionera, bajo las
sombras de las doradas espigas de trigo, que se están alimentando de mis dudas. En un instante siento que soy parte del universo infinito, me conecto con él, y me inclino un momento, para pedir su protección, como solía hacer de chica bajo la sombra de un árbol, donde me refujiaba. ¡Hazte
eco de mi gran melancolía, de mis lagunas de silencios, de ese monstruo de
tristeza que por vivir dentro de mi, ha crecido tanto, que se ha enrollado como una serpiente en mi interior. Ahora necesito mi cuerpo
sólido y libre, porque traigo un milagro de
vida que tiene que vivir, tiene que iniciar un destino diferente al mío y cerrar
la página oscura de mi pequeña existencia.
Al instante visualizo un
camino distinto, una ancha vía donde transíto libre, con un niño en brazos, que
ha salido sin dolor, como milagro de mi
vientre. Toda mi vida se imprimió en la suya, como raíces de una raza nueva, y atrás
quedó todo el terror. Cuando abrí los ojos, te encontré en mis brazos, alcé
los ojos al cielo y la luna de plata estaba allí alumbrando tu carita morena. Se alejó la soledad que en sus redes mantenía prisionera mi alma. Sólo
quiero mirarme en tus ojitos de estrellas..¡mírame! te voy a dormir dulcemente en mi regazo. ¡Buenas
noches mi pedacito de luna, el más bello de mis sueños, hecho realidad en mis
brazos!.
Todo lo pasado en el campo de trigo era un presagio de magia y amor en grandes cantidades. Ahora escucho de
este otro lado, el bosque verde, con su cortina brumosa
de niebla, con ríos, pájaros y vida, como esperanza, regándose por doquier. Ya no hay culpas, dolor, dudas, ni miedos, ni esa
tormentosa soledad que hería mis sentidos.
Hay tantos misterios en esa delgada
línea de la vida, que el corazón humano no alcanza a traspasar. Hay miedos, hay
dolores, porciones de cariños y ratos de
felicidad que llegamos a sublimizar, cuando el alma en vuelo extraño se doblega
ante la languidez voluptuosa de unos brazos.
He sentido muchas cosas en este corto
recorrido que a mí se me antoja muy largo. Pero cada uno son preciosos instantes de mi vida.
Cuando era una niña pequeña florecía
bajo las caricias que recibía de mis seres queridos. De adulta he vuelto a
florecer en cada caricia que recibo de mis hijos, de mi anciana madre, o cuando siento la posibilidad
de encontrar felicidad en alguien con quien pueda volar.
Cuando me lleno de amargura, siento
que se deshoja la margarita silvestre que solía deshojar cuando era niña, y que me hace desperdiciar los buenos ratos
que atesoro, me consuelo en esta nueva soledad con los libros y la luna que
permanece eterna, apartando de mí las sombras del pasado que se acercan, esas
sombras que viajan entre los trigales, buscando siempre un alma desierta para
hacerla presa fácil de su dominio.
Con la luna me siento protegida, es
cómo si ella me diera fuerza para andar a voluntad, sonriendo siempre, con un
nuevo afán de bravura, de esperanza, de vida, que me redescubre y me hace palpitar
en todos los ámbitos de mi existencia. Con un buen libro vivo la aventura de penetrar en él y de conocer el pensamiento y la filosofía de otra alma similar a la mía.
Soy nuevamente un alma feliz que
fluye y contempla el mundo, con una nueva forma de mirar, donde existen graciosos pájaros que siempre están
volando a la región donde todo es posible, formando parte de esa naturaleza
infinita, donde somos: aire,
agua, flores, pensamientos, músculos, que tienen la capacidad de pensar, de soñar, de amar y de crear un mundo donde nos
sintamos huéspedes suficientemente dignos
de ser amados.
(Para Veruzka, la eterna niña de mi corazón,
la que hizo posible este tránsito hacia ese otro lado de mi existencia).
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