La luna llena como siempre, logró abstraerme por
completo cuando en medio de la noche me
asomé a contemplarla. Parecía un disco plateado en medio de la oscuridad y a mí
me resultaba sorprendente y reconfortante la sensación de compañía que me hacía
sentir, aunque estoy muy alejada de su inmensidad, es lo más cercano que tengo
hoy para no sentirme completamente sola. En este momento todo lo demás lo percibo como
un lejano rumor. Perdí la noción del tiempo ante la vista de la luna. Quise
echar mano de la cámara para fotografiarla en su esplendor, cuando, algo ocurrió
muy cerca de donde estaba asomada que distrajo mi atención... Las
ramas de un árbol que ganaron altura y rozaban mi ventana, con sus grandes hojas de un color plateado, resultado de
la luz de la luna que filtraba a través de ellas, una de las hojas se
desprendió de su rama, y dando lentas vueltas sobre sí misma comenzó un
descenso sosegado y silencioso, casi hipnótico. Contemplé cómo se posaba muy cerca de mí. Allí
quedó depositada, inmóvil y brillante. Me agaché junto a ella, sin llegar a tocarla, por temor a que se desvaneciera, haciéndome preguntas:
¿ sería la luna la que me enviaba aquella inesperada hoja que brillaba en la oscuridad como ella misma ?.
Sentí un cálido y reconfortante abrazo, que arropó mi fría soledad. No quería volver a la realidad que se cernía sobre mí… Si es que existía algo más real que aquello. Había encontrado algo que, sin saberlo, anhelaba desde hacía algún tiempo: Un pedazo de luna.
¿ sería la luna la que me enviaba aquella inesperada hoja que brillaba en la oscuridad como ella misma ?.
Sentí un cálido y reconfortante abrazo, que arropó mi fría soledad. No quería volver a la realidad que se cernía sobre mí… Si es que existía algo más real que aquello. Había encontrado algo que, sin saberlo, anhelaba desde hacía algún tiempo: Un pedazo de luna.
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