Conocí una vez a un pájaro, sus alas no eran tan perfectas, ni sus plumas muy relucientes. Pero lo que me encantó de él fue su manera de hacerme volar, me gustó su canto, era capaz de alegrar a quien lo oyese, y sumergir el alma en el encanto de su trino... Yo, sensible y romántica, con unas ganas enormes de sentir el alma libre, y de llegar a otros horizontes infinitos, que intuía... Me enamoré de él... Me quedé como abstraída de su vuelo majestuoso, no podía entender como mi corazón empezó a latir de prisa, y la emoción se apoderó de mí. Lo llegué a querer tanto, que algunas veces, me dolía el corazón de tanto amor, me trasladé hasta un nuevo horizonte, y empezamos a flotar por esa corriente eterna e inexplicable del amor...Ahí permanezco subyacente, en el quieto deambular de unas alas imaginarias acostumbradas a viajar de mundo en mundo, de estrella en estrella... en esa dimensión que une la fantasía con el hilo invisible de la realidad.
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