En muchas ocasiones observé tus cansados ojos y sentía que querías decirme algo que te mortificaba y nos mantenía alejados...Algo cómo que me necesitabas y me amabas...
Yo sentía ganas de decirte muchas cosas que te alegraran…
...pero el rencor me tenía paralizada y nunca te confesé que yo también te necesitaba y te amaba.
La muerte nos visitó un día y te llevó con ella, sin que nos confesáramos el amor que ambos sentíamos.
Me tocó cerrar tus ojos e imagino el amor que te llevaste en ellos. Los míos que tanto se parecen a los tuyos, permanecen con una honda tristeza, por haber permanecido enmudecida.