La mañana había llegado, el sol
comenzaba a colarse por todas las rendijas de la casita en el campo, el canto
de los pájaros y el ruido de las cigarras eran el anuncio del despertar del
nuevo día. Mi lugar favorito era un gran
árbol de mamones que se encontraba en el patio trasero de la casa y para llegar
a él tenía que subir varios metros. Este era el patio de la casa, lugar donde
constantemente me refugiaba. Llegaba jadeante del esfuerzo y me sentaba al pie del árbol y le contaba mis sueños, mis
dudas y mis alegrías. Le repetía con frecuencia que siempre formaría parte de mí
y que ocuparía en mi corazón ese lugar especial de los amigos.
Pero el tiempo, y las
circunstancias decidieron que mis pasos tendrían otro rumbo, y me alejé de él, de mi primer hogar y de mis personas queridas.
Sin embargo el amor es el sentimiento más puro y más resistente si es verdadero, no desaparecerá y eso incluye el amor hacia mi primer amigo el árbol de mamón.
Sin embargo el amor es el sentimiento más puro y más resistente si es verdadero, no desaparecerá y eso incluye el amor hacia mi primer amigo el árbol de mamón.
Mucho tiempo después estoy reviviendo recuerdos placenteros de mi primera juventud, que, aunque me he
alejado voluntariamente de ellos por completo, es casi imposible
sustituirlos y se quedaron para siempre en mi pensamiento.
Igual me ocurrió cuando conocí el verdadero amor, le repetí un sinfín de veces que lo amaría para siempre y que sus caricias en mi piel
y sobre todo en mi alma, permanecerían para toda la vida, y eso nada ni
nadie lo podría cambiar. Al igual que cuando niña atesoro estos recuerdos, porque
como al árbol no pude estar junto a él físicamente, sólo fueron ratos imprecisos, pero marcaron mi alma.Tal vez fui exagerada al pensar que por
siempre estaríamos juntos, pero para mí este amor va mucho más allá de lo comprensible, mi amor sencillamente durará
para siempre, ese “para siempre” que rompe las fronteras entre la vida y la
muerte y nos lleva sencillamente al infinito…
Estoy
inmersa en ese sentir eterno que no se desvanece, que sigue libre en mi
espíritu, y lleva mis pasos hacia ese camino de hiervas olorosas donde el árbol no espera por mi, para hacerme compañía y quizás haya desaparecido, pero su recuerdo hace que mis amarras se suelten para sentirme libre, para tener
alas de pájaro y alzarme sobre mí misma, y llegar junto a él.
Luego es imposible que mi alma deje de soñar, porque me gusta que ella se sienta
vagabunda, que algún prodigio sucediese y me llevase de nuevo a ese paisaje, a
ese mirarme en el espejo del agua del manantial tranquilo, que en el medio del
bosque vuelve a su origen y principio.
Aunque
he tratado de rescatar esos sueños que yacen en el pasado, y no son la realidad
en el ahora donde vivo en un bosque de concreto, donde tengo mis propios retos,
como alejar el miedo y la soledad y sentirme heroína de mis propias decisiones,
para olvidarme de la obsesión del objeto de mi amor, que me tiene prisionera.
Quisiera alzarme sobre ellas, mirar
hacia abajo y sufrir menos al mirar las penas ajenas que son muchas.
Divagar
no cuesta nada, sólo un poco de tiempo, es todo lo que tengo, porque es un
asunto que no tiene arreglo, no puede uno apoderarse de lo que no es propio, y
son muchos los motivos por los cuales he decidido terminar esta relación
amorosa. Pero el amor no terminará, ni
se irá desvaneciendo a medida que pase el tiempo. El amor permanecerá a pesar
de la ruptura, a pesar de las circunstancias y del tiempo transcurrido. Porque
siento que es un amor que atesoro en el
corazón y en mi mente para solo susurrarlo de vez en cuando, con la intención
de que únicamente yo lo escuche.
No
quiero pasar la vida esperando volver a estar con él, ni idealizarlo en mi
mente como un ícono sólo me basta tomar conscientemente las riendas de mi vida
de la mejor manera, sin que este sentímiento mío interfiera con lo que me resta
de vida.