Creo que hay más de una razón para no voltear la mirada, seguir caminando, acelerando el paso para evitar que me alcance la vergüenza de los errores cometidos y me den un bofetón en pleno rostro, reclamándome con justa razón mi estupidez. Quiero al término de mi apresurada y jadeante caminata, llegar sin ésta percepción distorsionada de mi mente y sin rencores hacia los demás. Sentir un cambio de mi misma, donde adquiera una nueva conciencia, donde tenga la habilidad recién nacida de elevarme por encima de mis pensamientos, y derivar una nueva identidad con sentido propio de lo que soy. Dejar muy atrás la manía de hacer planes descabellados que nunca se realizarán, y concretarme a organizar mis días, aprendiendo con honestidad a ser mejor de lo que soy, porque la vida a pesar de lo que duele, sigue, no la puedo medir por las veces que respiro, ni por los momentos que me he quedado sin aliento por alguna decepción. Tengo que seguir aunque la cordura penda de un hilo, y me sienta cansada de todo. Este pensamiento fluye como un deseo de liberarme, de volverme adicta a la idea de una nueva realidad, donde la sensatez se anime en mi alma y me haga florecer como los cerezos de un bello jardín.